Las historias son historias; nunca se sabe si son ciertas o sólo ficciones. Los campos de Chile están plagados de ello: mitos o realidades. Esta novela ejemplifica lo dicho.
Susurran, los que saben, que una historia jamás tiene final verdadero, pues siempre se produce una interminable continuidad, algo de nunca acabar, creciendo subrepticiamente debajo de cada palabra para conformar un nuevo cuento, una nueva narración, una nueva novela que dará inicio a otra, y así sucesivamente hasta el final de los tiempos.
“Tres hilos para una aguja” procede de otra historia y de seguro originará una nueva. Nace del final de aquella que durante años circuló de boca en boca a lo largo y ancho de la campesina comuna de Las Calandrias, pero, renace con aires de identidad propia en manos y corazones de otras personas con idénticas torcidas pasiónes.