Arturo Alejandro Muñoz
25 de agosto de 2025
Lo cierto es que Nicolás Maduro y su régimen han comenzado a vivir una severa crisis que, sin duda alguna, preocupa hondamente a la sociedad venezolana porque ella (la crisis) –hoy día- tiene visos de terminar violentamente.
También es cierto que Maduro ya vivió otros momentos de alta tensión, como aquellas presiones internas y externas que sacudieron Miraflores los años 2019 y 2020, pero, esta vez, la situación es distinta… muy distinta. Vea usted lo siguiente…
Hay una fuerza naval/bélica estadounidense de 6.700 marines desplegada en aguas del Mar Caribe, frente a las costas venezolanas, respondiendo a una directiva presidencial de Donald Trump cuyo objetivo público es “combatir el narcotráfico que, de una manera u otra, introduce toneladas de drogas en el territorio de Estados Unidos”. Pero, el volumen y calidad del material bélico transportado por los destructores de misiles guiados Airleigh Burke y por el Grupo Anfibio Iwo Jima, obliga a una segunda lectura, la que permite sospechar al menos que esa movilización norteamericana porta órdenes para una tarea mayor.
Recordemos que a mediados del pasado mes de julio (2025), Donald Trump firmó una directiva autorizando el uso de la fuerza militar contra cárteles ‘terroristas’, a la vez que calificaba al régimen socialista venezolano como líder del “Cártel de los Soles”, agrupación dedicada a contrabandear drogas hacia América del Norte, específicamente hacia EEUU, de acuerdo a lo informado por la Administración para el Control de Drogas (DEA).
Maduro, a su vez, respondió con un llamado para el enlistar a venezolanos de edades variopintas, con el propósito de movilizar una cifra cercana a los 4,5 millones de ‘milicianos patriotas’ que, según el gobierno llanero, defenderían el país ante una invasión, con lo cual se dio a entender que Maduro y sus asesores militares son conscientes que están ante una realidad tangible, y no ante una probable y lejana posibilidad de invasión.
Por otra parte, los otrora firmes apoyos internacionales al régimen socialista venezolano, como el de Rusia, Irán y China, parecen haberse sometido a una especie de reflexión luego de la reunión Trump-Putin en Alaska, ya que de acuerdo a opiniones de expertos en materias de alta política, como de periodistas especializados en tales temas (cual es el caso del diario The New York Times), se habría producido (en los mentados apoyos) una erosión que los debilita, sin embargo, hay una realidad que desmiente a periodistas y expertos, pues, hasta este momento, lo que se sabe es que el apoyo ruso-chino-iraní hacia Venezuela sigue intacto.
Respecto a los vecinos del barrio latinoamericano, siempre divididos como lo confirma la Historia de los últimos dos siglos, los moradores del palacio de Miraflores en Caracas han comenzado a inquietarse seriamente, toda vez que Lula (Brasil) y Petro (Colombia) llevan ya cierto tiempo distanciados de Nicolás Maduro. De hecho, Lula cuestionó de manera muy seria los resultados de la última elección presidencial en la que Maduro, extrañamente y de un minuto a otro, “dio vuelta –vía escritorio- el resultado de unos comicios en los que parecía ser un claro perdedor. Y a Petro le inquieta seriamente la intención norteamericana de “luchar contra los carteles de la droga en Colombia”, pues barrunta que ello podría terminar siendo también una intervención militar.
A su vez, en Chile, el presidente Gabriel Boric, más allá de palabras y declaraciones “políticamente correctas” respecto del régimen actual venezolano, ha confirmado su posición y decisión de no entrometerse en asuntos cuya injerencia compete exclusivamente a la sociedad llanera. Lo mismo parecieran pensar el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, y el mandatario de Paraguay, Santiago Peña.
Respecto de Bolivia, deberemos esperar la segunda vuelta electoral, donde los contendores Rodrigo Paz y Jorge Quiroga aún no han mencionado claramente sus opiniones respecto del asunto venezolano.
A su vez, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo estar a favor de la no intervención respecto a los supuestos operativos militares que Estados Unidos realiza en el mar Caribe, cerca de Venezuela. “No al intervencionismo. Eso no solamente es convicción, sino que está en la Constitución Mexicana”, opinó la mandataria.
Por último, Javier Milei (Argentina), Daniel Noboa (Ecuador) y Dina Boluarte (Perú), tampoco son proclives a extender apoyos sin ambages a Maduro y los suyos. En Latinoamérica, solamente Daniel Ortega (Nicaragua), Xiomara Castro (Honduras) y Miguel Díaz-Canel (Cuba), siguen siendo defensores del proceso socialista-bolivariano de Venezuela… pero tales apoyos, a todas luces, resultan ser insuficientes, más aún si una significativa cantidad de venezolanos, dentro y fuera de ese país, luchan por la salida de Maduro y por un retorno a lo que ellos llaman “democracia verdadera”.
Así las cosas, entonces, mientras Maduro organiza a millones de milicianos bajo el mando del ministro de defensa, general Vladimir Padrino López, y mientras millones de venezolanos en el exterior -y también dentro del país- siguen esperanzados en un cambio de régimen, como a su vez millones de venezolanos defensores del régimen socialista manifiestan un decidido apoyo en defensa de sus ideales… seis mil setecientos marines y una decena de naves de guerra – cumpliendo órdenes del presidente de Estados Unidos- se acercan a las costas de la patria de Bolívar… según ellos (todavía) para luchar contra el narcotráfico.
Esta historia está aún por resolverse, aunque se asegura que el “día D” será en los inicios del próximo mes de septiembre.