Por Gabriela Moreno Valle
15 de Julio 2025
Parte 1 de 3: ¿Por qué el 95% de las dietas fracasan y qué dice la neurociencia sobre cómo realmente funciona nuestro cerebro?
María me contó que ha hecho 32 dietas en 15 años. Cada lunes era su “día D”; cada viernes se sentía derrotada otra vez. Durante nuestra primera sesión, me dijo algo que se me quedó grabado:
Siento que mi cerebro trabaja contra mí.
No se imaginaba lo acertada que estaba.
Su historia se repite en millones de personas. Vivimos atrapados en un ciclo que parece no tener fin: restricción, culpa, recuperación, más restricción. Y, una y otra vez, nos echamos la culpa a nosotros mismos, a nuestra supuesta «falta de voluntad».
Pero la neurociencia moderna nos cuenta una historia completamente diferente.
Cuando tu cerebro te traiciona
Déjame contarte lo que realmente ocurría en la cabeza de María cada vez que decidía “empezar el lunes”. Su hipotálamo —esa pequeña región del tamaño de una almendra que regula el hambre— entraba en pánico ante la restricción calórica.
Es decir, su cerebro no distingue entre un apocalipsis zombi y una dieta keto de Instagram. Así lo explica la Dra. Myriam Heiman, del MIT:
“El cerebro primitivo no sabe si te estás muriendo de hambre en el Paleolítico o si solo te estás torturando con 1200 calorías al día” (Heiman, 2025).
Y no, no está exagerando.
El problema es que ese mecanismo que antes nos salvaba la vida, hoy es nuestro peor enemigo. La alarma se activa, el cuerpo libera cortisol (la hormona del estrés) y la amígdala —sí, la que se encarga del pánico— se prende como árbol de Navidad.
Supervivencia versus dieta: ¿quién gana?
Imagina que tu cabeza es un sistema de alarma ultra paranoico. Detecta menos comida y no piensa: “¡Vamos a bajar dos tallas!”. Piensa: “¡SOS! Se viene la extinción, almacena todo lo que puedas”.
Y entonces ejecuta su plan de supervivencia:
- Baja tu metabolismo como si ajustara un termostato. Tu cuerpo empieza a gastar menos energía, como cuando activas el modo ahorro de batería en el celular.
- Te obsesiona con la comida. Todo te huele a pan recién horneado. Sueñas con pizza. No es debilidad: es tu cerebro, en modo supervivencia, gritándote que necesitas comer.
- Prepara el terreno para recuperar todo el peso perdido… y más. Porque, la próxima vez que llegue la “hambruna”, quiere estar mejor preparado.
La gran mentira de la fuerza de voluntad
Durante años, la industria de las dietas nos ha vendido cuentos de hadas: “Si realmente quieres, puedes”. “Todo es cuestión de actitud”. “Los ganadores nunca se rinden”.
Mentiras. Todas mentiras.
La fuerza de voluntad no es un músculo que mejora con repeticiones. Es más bien como el saldo de tu tarjeta: se agota.
Estudios con imágenes cerebrales muestran que, cuando te matas de hambre, la parte lógica de tu cerebro (la corteza prefrontal) se apaga. Y la parte cavernícola, la que solo quiere sobrevivir, toma el control.
El doctor David Perlmutter lo llama “secuestro neurológico”: cuando el cerebro primitivo toma el volante, olvídate de tomar decisiones inteligentes. Es como intentar resolver álgebra con alguien gritándote en la oreja (Perlmutter, 2013). Imposible.
Inflamación cerebral: el villano silencioso
Cada vez que María se metía en una dieta restrictiva, no solo limitaba calorías: le echaba fuego al cerebro.
Literalmente.
La inflamación cerebral es como tener humo en la cabeza. Te nubla, te confunde, y te deja a merced de tus impulsos más básicos.
¿Y qué la provoca? No solo la dieta. También el estrés constante, dormir mal, comer chatarra, vivir pegado al sillón. Es la receta perfecta para que tu propio cerebro se vuelva en tu contra.
Carlos Jaramillo, médico funcional y autor de El Milagro Metabólico, lo resume así: “La inflamación cerebral es como tratar de tomar decisiones con niebla mental. Reduce nuestra capacidad de planificar a largo plazo y nos hace más susceptibles a impulsos inmediatos” (Jaramillo, 2021).
Tu segundo cerebro también mete mano
Y aquí viene algo que me fascina: los trillones de microorganismos que viven en tu intestino —sí, esos que ni ves— no son simples pasajeros. Son actores principales en tu relación con la comida.
Algunas bacterias son adictas al azúcar y pueden literalmente enviar señales a tu cerebro para que lo busques. Otras, las “buenas”, prefieren fibra y vegetales.
Es como tener un parlamento microscópico votando por lo que vas a comer.
¿Quién tiene el control entonces?
El Dr. Michael D. Gershon, pionero en neurogastroenterología, demostró que tenemos una red de neuronas en el intestino que funciona como un segundo cerebro (Gershon, 1999). Cada dieta restrictiva altera ese ecosistema, creando desequilibrios que duran mucho más que la dieta misma.
El círculo vicioso
Cuando María terminaba una dieta, su cuerpo no volvía al punto de partida: volvía más inteligente, más eficiente para resistir la próxima restricción.
Su metabolismo, más lento. Su hambre, más intensa. Esa sensación de «nunca estar satisfecha», cada vez más fuerte. Es como si cada dieta fuera una lección de supervivencia para el cuerpo: “La próxima vez que llegue la escasez, estaré mejor preparado”.
El Dr. Mark Hyman, médico funcional, lo explica así: “Cada restricción calórica enseña al cuerpo a ser más eficiente con menos calorías. Es una adaptación evolutiva brillante, pero devastadora en nuestro contexto moderno” (Hyman, 2016).
Pero no todo está perdido
Después de leer todo esto, podrías pensar que estamos condenados. Yo también lo pensé al principio. Pero la realidad es justo lo contrario.
Entender estos mecanismos no es deprimente. Es liberador.
La neuroplasticidad, esa capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse, nos abre una puerta completamente nueva. No se trata de pelear contra nuestro cerebro, sino de aprender a trabajar en equipo con él.
Hoy sabemos que es posible reprogramar el cerebro para que responda diferente ante la comida. Pero eso requiere estrategias completamente distintas a las que hemos usado hasta ahora.
La diferencia entre el 95% y el 5%
La estadística es sorprendente: el 95% de las dietas restrictivas fracasan en los primeros dos años. Pero ese 5% que logra cambios duraderos… ¿qué tienen de especial?
No es que tengan más fuerza de voluntad. No es que tengan mejores genes.
Es que entendieron algo fundamental: tu biología no es el enemigo. Y el primer paso es dejar de culparte. Porque, honestamente, si fuera tan fácil, no estaríamos todos en este lío.
Este artículo es parte de una serie sobre dietas y neurociencia. En la próxima entrega, hablaremos sobre cómo la dopamina convierte los antojos en obsesiones y cómo la culpa sostiene los ciclos que queremos romper.
Si esta mirada resuena contigo, puedes seguirme en @_beyondyourmind, donde pronto compartiré sesiones en vivo de mindful eating desde una perspectiva basada en la comprensión, no el castigo.
Referencias bibliográficas:
- Heiman, M. (2025). Cellular rejuvenation landscape in aging neurons. Nature Genetics, 57(2), 281–282. Massachusetts Institute of Technology.
- Jaramillo, C. (2021). El milagro metabólico: Cómo cambiar de manera radical tu salud y tu vida a través de la alimentación. Bogotá: Editorial Planeta.
- Jaramillo, C. (2022). El milagro antiestrés: Cómo crear una vida más larga, saludable y feliz. Bogotá: Editorial Planeta.
- Perlmutter, D. (2013). Grain brain: The surprising truth about wheat, carbs, and sugar—Your brain’s silent killers. New York: Little, Brown and Company.
- Perlmutter, D., & Perlmutter, A. (2020). Brain wash: Detox your mind for clearer thinking, deeper relationships, and lasting happiness. New York: Little, Brown Spark.
- Hyman, M. (2016). Eat fat, get thin: Why the fat we eat is the key to sustained weight loss and vibrant health. New York: Little, Brown and Company.
- Hyman, M. (2020). Food: What the heck should I eat? New York: Little, Brown and Company.
- Perlmutter, D. (n.d.). Publications in peer-reviewed journals including JAMA Neurology, Neurosurgery, and Journal of Applied Nutrition. Retrieved from https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6413641
- Heiman, M. (n.d.). Research publications. Picower Institute for Learning and Memory, MIT. Retrieved from https://picower.mit.edu/myriam-heiman