Busco vivir el placer
de sentirte mi ciudad
mía tal como la edad
desde aquel bendito día
que me asignó el calendario
mi primer sorbo de aire
del perfume de tu brisa.
Sueño y dicha
de tú luz,
con este sol de mis dias,
adolescente crisol, ardiente, sincero,
joven,
con inocencia en su andar,
mi sol y mi Guayaquil,
mi risueña pubertad
y mis ojos que hoy te miran.
Soberana de las flores,
es robusta tu hermosura,
alegre y digna señora,
estrella con brillo y honra.
Eran tus calles
de brea,
tus casas tenían balcones,
tus mujeres de canela,
con el mangle
y con la brisa
han procurado en tus hombres pasiones que hacen
que adoren
tus memorias,
tus rincones,
tus pobrezas,
tus riquezas,
tu paz
y tus emociones.
Caliente como
mi edad
era mi mañana incierta,
si encontrarme
con la Joyce
en el parque forestal
ó sentir la lluvia fresca
caminando sin parar,
eso ocurría en mi flor
cuando enero
iba marcando
un alto para estudiar,
triste fin de enamorados,
solo la lluvia
sabia,
que el invierno dividía .
Las veredas de mi tierra,
eran con hojas de almendra,
jamás faltaban grocellas reventadas en sus suelos,
helado blanco de coco,
espumillas y membrillos, cazuela y seco de chivo.
Como te quiero mi tierra,
Hoy que viejo te recuerdo, nuevamente te cortejo.
Kioskos celestes marcaban
del paisaje las esquinas,
del mover de transeúntes cosmopolita te hacías,
la perla se conmovía
con todas
las razas mías.
Sitios:
tantos
que mi flor
de norte a sur recorría,
a veces por diversión
ó ganandome
la vida.
Cerro Santana
tu esencia
palpita en mi vida antigua,
el Vicente Rocafuerte,
me recibió como a hijo,
con rigor y con ternura.
El estero, era otro mundo
y el pericles
era el bote,
de colegiales piratas, buscadores de aventuras,
mis amigos
y esa edad,
que en mi grande Guayaquil,
acuerdo me hizo hoy la brisa,
De la calle Coronel, reminiscencias de ayer,
muchacha que yo queria,
he guardado su sonrisa
y el beso que le robe,
cuando la tarde moría.
Del túnel que hacen los ecos saltaba por las ventanas
lo triste de una balada,
ó un bolero
que entonada nuestro porteño sorzal,
recuerdo noches de Hungria.
Encebollado y bandera ,
cervezas y fioravanti, los barrilitos OK,
el mercado que alegraba
la canasta de mi madre,
su entusiasmo era evidente,
cuando el dinero alcanzaba,
mi ciudad olía
a canguil,
a tamarindo
y guayaba,
era parte del folclore
de un Guayaquil colosal,
que a ser más fuerte apuntaba.
Sus fiestas sonaban alto,
su comercio era un volcan,
si candela se vendía,
es que había que comprar,
solidaria sociedad, ciudad de las garantías,
el que a tu suelo llegaba,
tu cobija lo cubría.
Mi pequeña patria chica,
siempre serás en mi verso,
pasión de mis venas rotas,
de mi lagrima más honda,
de mis amores que fueron,
que solo en ti los encuentro,
oh tierra de libertad,
sabes tanto de mi historia,
que yo me fundo en tu gloria,
en tu sol adolescente,
que de blanco y de celeste,
se va a dormir en el mar.
Entre el salado y el río,
te hacen más grande
tus hijos,
mi soberana CIUDAD…
Oscar de Guayaquil…