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¿El arte es de izquierda o sólo es arte sin apellido?

Jue 19 de Jun de 2025
in Opinión
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“El arte es la contemplación del mundo en estado de gracia” (Hermann Hesse)

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Por Arturo Alejandro Muñoz

¿Ha tenido usted conversaciones profundas, a nivel de análisis existencialista, con su cónyuge, su pareja, sus amigos? En tardes lluviosas, cuando la noche cae tempranamente y el clima obliga a permanecer en casa, un par de tragos, con la chimenea trabajando a todo dar y la quietud del espíritu y del alma aleteando llamados de sirenas homéricas, remansan el alma, avivan el seso y despiertan la total identidad del ser, entonces y sólo entonces la lengua se libera de los candados sociales.

Es ahí cuando la conversación fluye desde el lugar más recóndito del yo, y las confesiones de asuntos ocultos –o entrampados por la conciencia empapada de ideologismo– escapan del voluntarismo sectario alcanzando su mundo verdadero, aquel que guardamos cual tesoro innombrable cuya existencia nos negamos a reconocer ante terceras personas, y en ocasiones (en muchas ocasiones) ante nosotros mismos, como si ello fuese un pecado mortal.

¿Estoy filosofando de manera burda? No lo sé, sólo trato de contar lo que de vez en cuando revolotea en mi argamasa mental y sociopolítica, en mi arquitectura cultural (pobre, es cierto, pero propia). Y en defensa de mi sanidad mental me permito suponer que, a usted, también de vez en cuando, le habrá sucedido algo similar, lo que me daría una mínima dosis de tranquilidad pues me permite barruntar que no estoy demente, o por último, en el peor de los casos, que en esa locura no soy el único ni estoy solo.

Es difícil explicar todo este asunto cuando la ‘majamama’ de ideas hace un maratón en nuestro cerebro sin lograr cuajarse en palabras o en escritos. Por ello, creo que los ejemplos salvan la situación y desglosan, al menos en parte, lo que uno intenta explicar.

Para nadie –de aquellos que tienen paciencia para leer mis escritos– es un misterio saber que soy franco anti imperialista, anti fascista, decidido partidario de aquel Republicanismo Cívico chileno que hasta el año 1973 se abrazaba al quehacer político del vetusto Partido Radical, ese de los Matta y los Gallo, de Aguirre Cerda, de Juan Antonio Ríos, de Luis Bossay, de Ricardo Lagos en sus primeros tiempos como político y del viejo tronco socialista representado por insignes figuras públicas como Salvador Allende, Carmen Lazo, José Tohá, Clodomiro Almeyda y Erich Schnake.

Sin embargo –y este es el quid del asunto que convoca a estas líneas– cada vez que escucho canciones entonadas por Frank Sinatra, Simon & Garfunkel, Bobby Darin, Neil Diamond, Jennifer López, Neil Sedaka, Joan Baez, siento que soy (perdóneme usted, amable lector) un neoyorquino más. Me resulta imposible abstraerme de la belleza que emanan de trabajos realizados por monstruos musicales como Andrew Lloyd Webber, o por cineastas de la talla de Woody Allen, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, J.J. Abrams, Spike Lee. Neoyorquinos sin fronteras. Eso creo que son.

Recojo (para mi defensa) las palabras que ciertas páginas de redes sociales atribuyen a Cristóvão Buarque, en ese momento Ministro de Educación de Brasil, y que apuntan a la internacionalización de Nueva York; lea usted: “la ONU estuvo realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EEUU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhattan debería pertenecer a toda la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia… cada ciudad, con su belleza específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero”.

Me reconozco centro-izquierdista, y en mis años mozos acompañé, ayudé y admiré decididamente a Salvador Allende. Luché contra la dictadura pinochetista formando parte de las filas del Comando Nacional de Trabajadores, y continúo siendo un convencido demócrata y adversario sin fronteras de cualquier fictafura.

Sin embargo, pese a todos los pesares ya descritos, y aún a contrapelo de mi extraña arquitectura mental e ideológica, continúo emocionándome cada vez que escucho a Sinatra, a Simon & Garfunkel, a John Denver, a Aretha Franklin, a Kenny Rogers, a Johnny Cash… o cuando veo por enésima vez un film dirigido por Spike Lee, Stanley Kubrick, John Carpenter, o Sam Peckinpah (quien conquistó mis neuronas con su película “Quiero la cabeza de Alfredo García’). Y ni hablar si veo una vez más un viejo film con Jeanne Moreau, Laura Antonelli, Mónica Belluci, Vittorio de Sica, Vittorio Gassman, Lawrence Olivier o Anna Magnani, que no eran neoyorkinos, pero la ciudad de los rascacielos los abrazó y reconoció como tales.

El haber sido partícipe (como auditor/espectador) del histórico festival de Woodstock el año 1969, luego partícipe en directo del Festival de ‘Piedra Roja’ (Santiago, 1970) y posteriormente haber sido uno de los presentadores juveniles a nombre de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile) de la primera actuación en público de Quilapayún y Duvauchelle que representaron, actuaron e interpretaron la “Cantata Santa María” el año 1973 en el viejo Estadio ‘Chile’ (hoy ‘Víctor Jara’), ¿me impide –o me prohíbe– admirar y aplaudir a los neoyorquinos mencionados en las líneas anteriores? ¿Ello me hace ser menos progresista o por el contrario me hace ser más universal?

Cuando un artista escribe, compone, esculpe. pinta, canta, actúa, baila, declama, decora, etcétera, ¿lo hace solamente para que sus pares y su grupo de amigos y parientes lo disfruten…o lo hace para que toda la humanidad sea quien lo goce?

Dejo flotando las preguntas, las dudas… ¿el arte, el cine, la música, el teatro, es ideológico o es global, universal? ¿O es global debido a que es ideológico? He ahí la cuestión principal que motivó esta nota.

Usted, amigo lector, tiene la respuesta. A usted le pregunto, pues confieso que me gustan los artistas mencionados en las líneas anteriores, lo que a mi juicio en absoluto pone en duda mi consistencia ideológica. ¿O usted opina lo contrario? Le aseguro que en conversaciones profundas, sin ataduras, con su pareja o sus amigos, encontrará la respuesta.

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